La negación de la edad es una tontería. Yo tenía
miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o
menos estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que se
me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me
preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los
hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la
crema chantilly…)
Esta edad no
está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a
ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al
gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el
filósofo. Cuando cumplí sesenta años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo
dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo
último me pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la
otra.
El temor a la vejez hace
que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un
geriátrico porque ya no servimos más.
Acá en la Argentina
tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre Mirta, para conservar la juventud
debe usar una máscara de cirugía y no está gozando de esa edad.
Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz
que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el
rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy
respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa
edad, era creíble.
También en Italia,
estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los
respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y
la gente iba a preguntarles cosas.
Pero en la Argentina,
cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la
historia, que es necesaria para construir el futuro.
En el Amazonas no hay
jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y
bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú
que desemboca en el Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca
nacional"... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas
medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la
sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que
cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el
proceso de vida, se respetan todas las etapas.
En estos países de la
cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo
mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura
norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos.
Hay una etapa de la vida
en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es
viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos
a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad,
si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.
Lo importante es seguir
creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse
y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí
se quedan, no siguen en el viaje de la vida.
La concentración urbana
genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño
el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar
al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el
nieto? el abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una
abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para
la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario...
En Santiago del Estero
el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la
familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas
de la vida se complementan.
En nuestro país la vejez
está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco
que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el
geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen
y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas
defensas.
En cambio, en las
sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión,
que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la
película entera y haberla entendido.
La última etapa es lo
que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal,
de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida,
que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a
veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio.
Los humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos
del útero a la tumba.
Se puede estar en
cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y el que tiene un proyecto se
aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: “la muerte está tan
lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción
de la esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y se
arroja adelante como esperanza.
Padres que no le tienen
miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida.
Alfredo Moffat -
Psicólogo
“Terapia de Crisis. La emergencia
psicológica”