La Sociología de la Educación es una de las más jóvenes ramas del saber humano, ya que posee alrededor de sólo un siglo de existencia. Fueron Augusto Comte y Emile Durkhein los que le dieron vida como Ciencia general (Comte) y como Ciencias de la Educación (Durkhein).La epistemología de la Sociología de la Educación es enormemente rica en su marco teórico y metodológico. Entre los estudios sociales que formula figuran la Pedagogía, el Colectivo Escolar, el Colectivo Pedagógico, las relaciones sociales, la Institución Escolar, la familiam la comunidad, el desempeño de roles y los códigos de género entre otros.

martes, 28 de agosto de 2012

EL COMIC Y LA EDUCACIÓN CIUDADANA


¿Qué significa (hoy) El Eternauta?

 

Final del formulario

*      Por José Pablo Feinmann

 

La derecha ignorante y torpe que pretende gobernar en la Argentina ha cometido otro de sus grandes desatinos. Más grave que el del policía Palacios con el que pretendía cuidar nuestra seguridad. Más grave que la designación del desdichado y resentido Abel Posse, lleno de odio hacia los jóvenes. No, este error ofende profundamente a nuestra cultura y a la concepción de la defensa de la vida en la Argentina.

 

Aclaremos: ¿por qué El Eternauta es el símbolo de los nuevos jóvenes y también de los veteranos como el que escribe esta nota? Oesterheld nace en 1919. Fue el maestro de nuestra generación. De la generación que creció durante los años cincuenta. Hizo las mejores historietas (o literatura dibujada, como exactamente definió ese arte Oscar Masotta) de esos años. Primero en la revista Misterix, luego en Hora Cero y Frontera. Sé que esto no significa nada para el político joven, tan joven que lo desconoce todo, que gobierna la “culta” ciudad de Buenos Aires, que lo ha preferido dos veces contra un verdadero, auténtico intelectual como lo es Daniel Filmus. Pero eso ya está. Ahora tenemos al pibe, al hijo de un sólido hombre de negocios que ha acumulado una fortuna tan enorme que puede imponerlo todo o casi todo (aunque, según creo, no se siente muy orgulloso de su vástago, de su eterno recién venido al mundo, que ni hablar sabe, ya que tienen que soplarle al oído lo que debe decir). Detengámonos en este aspecto (no lateral) de la personalidad del joven Macri: a él le soplan al oído porque ignora el ABC del arte de la política. Simplemente estaba más cómodo en las farras de los noventa que en la densidad histórica de la América latina del siglo XXI. Como a él le tienen que “soplar”, supone que a los jóvenes de La Cámpora o del Movimiento Evita y otras agrupaciones también “les soplan”. Les soplan los perversos que quieren hacer de ellos otra cosa de lo que deberían ser. Y ellos (al ser ya eso que no “deberían ser”, al haber sido sometidos por el Mal) les “soplan” a los otros niños lo que a ellos les soplaron, tratan de convertirlos en lo que ellos son, tratan de infiltrarse en sus mentes. La palabra infiltración es la palabra fundante de la derecha, sobre todo en el campo de la educación. Cuando mataron (en 1976) a los curas palotinos de la iglesia de San Patricio, los carniceros escribieron en las paredes: “Esto les pasa por envenenar las mentes de nuestros jóvenes”. Uno se pregunta: ¿no harían lo mismo si pudieran? Posiblemente: la derecha es tan cruel como cada coyuntura se lo permite. Ya habrá algún organismo que tiene bien anotados en un fichero infame los nombres de los que tratan (hoy) de robarles lo que “esencialmente” les pertenece: la Patria, que es “la casa”. Y si algo quieren es eso: que no les tomen la casa.

Veamos: tratemos de que el pibe entienda. Oesterheld (salvando las terribles barreras ideológicas) fue, para mi generación, nuestro Walt Disney. Sólo que no era macartista, ni la jugaba para el lado del imperio. Pero fue alguien que deslumbró, que iluminó nuestra imaginación, que la disparó hacia lo infinito. Hoy, todavía, yo podría dibujarle al pibe un Sargento Kirk en menos de cuatro minutos. Me inscribí en una Escuela de Dibujo, a los seis o siete años, para poder hacerlo. También podría dibujarle un Pato Donald, porque también lo amé de niño, y a Mickey (menos) y al Super Ratón: muchísimo. (Le puedo dibujar un Súper Ratón en tres minutos. Cuando quiera se lo hago. Así se entretiene con héroes que le seguirán gustando, ya que puede entender sus adorables andanzas, no las de Juan Salvo. No se preocupe: a mí también me gustan, ya que nunca dejaré de ser un niño.) Pero (además de serlo) crecí, sufrí, me hice hombre y nunca olvido, sobre todo, a Juan Salvo y sus compañeros. Primero me enamoré del Sargento Kirk, un desertor del Séptimo de Caballería que tomaba una decisión que marcaría su vida: elegía estar con los indios y no con su ejército. Elegía estar del lado de los indios. Vea, eso nos enseñó Oesterheld: a estar del lado de los indios, de los que siempre pierden, de los desplazados, de los masacrados, de las víctimas. Max Horkheimer decía: “Sólo una historia merece ser escrita: una que siempre mire desde el lado de las víctimas”. (Otro día le explico quién fue Max Horkheimer. ¡No le voy a hablar de la Escuela de Frankfurt cuando está en juego la vida del Eternauta!)

Hacia fines de los cincuenta (vea, fue el 4 de septiembre de 1957), en Hora Cero, aparece El Eternauta. La historieta era más que novedosa. Ante todo, sucedía en nuestro país, en Buenos Aires. Por esos años estábamos también subyugados por las revistas mexicanas. Que copiaban a las de EE.UU. y traían a los personajes de los dibujos animados. Pero esto era distinto, otra cosa. Era una historieta “para grandes”. Oesterheld ya nos sentía crecidos. Y nos largaba El Eternauta para que entendiéramos las asperezas de la vida. Juan Salvo (el argumento se sabe) juega al truco con sus amigos en la buhardilla de su casa. Empieza a nevar. Esa nevada mata. En 1982, en SuperHumor, escribí una nota que se llamaba “La nieve de la muerte cae para todos”. Ya identificaba a la nevada asesina con la dictadura de Videla. En 1981, en Medios y Comunicación, Juan Sasturain había publicado su memorable Carta al Sargento Kirk. Cuando le habla de Oesterheld, el viejo, le dice que le fue mal. Que siguió siempre eligiendo a los indios. Pero “perdió amigos, el buen nombre en las editoriales, cuatro hijas. No es mucho en un país lleno de sangre; es demasiado para un hombre solo”. A partir de 1975 (le aclaro, pibe, para que vea qué difícil es todo), no estuve de acuerdo con los indios a los que se unió Oesterheld. Me fui con otros. Pero el Gran Cacique se había muerto y la confusión era muy grande. Entre otros motivos, porque el Gran Cacique también se había equivocado, y mucho. Decían que estaba enfermo. Pero su enfermedad tenía una sintomatología que siempre lo llevaba a cagarnos a nosotros, los indios jóvenes que lo habían traído al país. No sé si hay síntomas de izquierda o de derecha, pero le aseguro que los del viejo eran de derecha. Y que nos jodió fiero. Sin embargo, Oesterheld siguió con otros pequeños caciques de una pequeña tribu a la que ya no seguían las grandes mayorías de las grandes tribus que el Gran Caudillo, al menos, había sabido convocar. En fin, ésta es una cuestión interna. A usted le interesa otra. Que no les arruinen la mente a sus pibes, ahí, en las escuelas. Le cuento un poco más. Sasturain termina su Carta a Kirk de un modo positivo y (¡ya lo creo!) corajudo para los años que corrían: lo invita a volver a luchar. “Supongamos (...) que hay algo urgente por hacer y con sentido: salvar a la muchacha, defender a los indios o cualquier otra causa abierta. En eso estamos.” La nieve que empieza a caer en marzo de 1976 cae para todos y a todos mata. No pregunta, asesina. No hay justicia. Ni para los indios que eligieron pequeños caciques que se fueron a pelear desde la distancia, una gran, gran distancia protectora. Ni para los indios que murieron en insensatas contraofensivas que los soldados de la caballería enemiga, racista y criminal exterminó de la peor manera. Ni para los indios que no teníamos caciques, pero tampoco paz. Porque estábamos en el país de la muerte. Ese país era el de nueva nevada. Todos los que la nieve mataba eran inocentes. Porque la nieve asesina no preguntaba, no tenía ni respetaba leyes; culpables eran todos. Mataba sin juicio previo. Sin fiscales ni defensores. Y los indios que caían no regresaban jamás. Sus familias pedían por ellos y nada. No había un cuerpo sobre el que llorar. Una tumba donde ofrecerle reposo y llorarlo y hasta rezarle o hablarle, locamente hablarle. Así se fue Oesterheld. Se lo llevaron, lo desaparecieron. Y a sus cuatro hijas: Beatriz (19 años), Diana (24), Estela (25) y Marina (18). En cautiverio, se dice (y seguramente es cierto: aunque, ¿puede usted concebir un sadismo tan exasperado, pibe, cree que algo de esto yace en cualquier mensaje que provenga de El Eternauta o del Nestornauta que tan obsedido lo tiene?), le mostraron, con macabra prolijidad, las fotos de los cadáveres de sus cuatro hijas. ¿Cuánto tiene que sufrir un hombre? ¿Cómo la bestialidad humana, el asqueante sadismo, el placer por el dolor del otro, pueden llegar a atrocidades tan inconcebibles? Acláreme ese punto, por favor.

Nuestra generación amó a Héctor Oesterheld y se crió leyendo sus excepcionales historias, su literatura dibujada. Ahora, mañana mismo, voy a seguir dando un curso que trata sobre la literatura en tanto compromiso político. Los grandes autores que he elegido son: Borges, Walsh y Oesterheld. Creo que es la primera vez que Héctor Germán está ubicado donde merece: entre los más grandes escritores de nuestro país. El Eternauta es, para nosotros, el símbolo del héroe que lucha junto con sus amigos contra la Muerte. Luego conocimos esa Muerte. La padecimos. Perdimos amigos. Familiares, muchos se fueron. O fuera del país o arrojados vivos al Río de la Plata, cuyas aguas, desde entonces, son símbolo de la muerte. Los hijos de nuestra generación encontraron –por fin– un político que les pareció primero confiable, luego querido y después se les murió. Ese político –en un 25 de mayo de 2005– dio un discurso y la televisión lo tomó en primer plano y detrás de él estaba... ¡la madre del Eternauta! ¿Puede creerlo, pibe? Estaba Elsa Sánchez de Oesterheld, que lloró a su marido (al que culpó durante mucho tiempo y al que luego entendió y hoy ha vuelto a amarlo), que lloró a sus cuatro hijas, a un yerno y a un nieto. Estaba porque ese político sabía quién era. Nadie, ningún periodista, al día siguiente, sacó una nota sobre el hecho. No reconocieron a Elsa. Yo sí, y seguramente otros también. Pero –para alegría de Elsa, que tanto necesita alegría y vida y afecto, en fin: que la amen– publiqué al día siguiente, en este diario por supuesto, una contratapa que se llamaba: Elsa en el palco del 25. Vea, pibe, si de ahí, al menos inconscientemente hubiera surgido un empujón, aunque pequeño, que llevara –con justicia– a identificar a ese político (usted sabe: a Néstor Kirchner, que también se les murió a los jóvenes que tanto lo lloraron) con El Eternauta estaría tan orgulloso que el corazón me golpearía el pecho como un caballo desbocado. (¿Sabe la fuerza, la potencia de un caballo desbocado? Pregúnteles a sus amigos de la Sociedad Rural, que tanto bendijo el golpe que nos llevó a Oesterheld.)

En fin, para resumir y que usted (y quienes lo rodean o, absurdamente, creen que usted puede gobernar si no le soplan) entiendan algo: El Eternauta fue el símbolo de mi generación, de esa “generación diezmada” que Kirchner mencionó en su primer discurso, y los jóvenes de hoy lo saben y han decidido que también sea el de ellos; el símbolo, ¿no? El símbolo de la lucha por un país más justo, más libre, más democrático, que respete de una vez para siempre a todos los indios, a todos los morochos y a toda la buena gente. Ese es el mensaje. Eso significa el tan temido (por usted y sus consejeros: porque usted, y disculpe, sin consejeros: nada) Nestornauta. Nada mejor que ese mensaje de vida y de respeto por el otro. Y de amor por la política como medio de transformar un mundo a todas luces injusto, el mundo que usted representa, y de transformarlo sin violencia (porque la lección se aprendió: con la violencia se pierde porque es el arma más poderosa de los soldados y tienen muchas y tienen una crueldad y un desdén por la vida que nadie de los de este lado podrá tener jamás) y con respeto por los otros y por la igualdad, por la justicia, por el mundo de los héroes anónimos pero unidos, por los héroes como El Eternauta. Ojalá estas líneas sirvan para que usted comprenda a los jóvenes de hoy, que no son los que están de su lado. Aunque, tal vez, hasta ellos entiendan y se vengan para aquí, para el lado de los indios, de los hijos de las víctimas. De Oesterheld.

Fuente: Página 12. 27/08/2012

 

JUEZA RAQUEL TASSELLO .: CÓMPLICE


Diecinueve días secuestrada
La joven, de 27 años, fue llevada bajo amenaza por un ex compañero de escuela. La obligó a recorrer 400 kilómetros desde Comodoro Rivadavia. El hombre ya estaba acusado de cuatro hechos de violación.
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Sobre el acusado, Bustos dijo que “tiene antecedentes por casos de violación” y que “inexplicablemente” estaba libre. “Esta persona estaba a punto de enfrentar dos juicios orales por causas de violación y tiene otros dos casos pendientes que se están investigando”, agregó el jefe policial. Estaba libre por la decisión de la jueza Raquel Tassello, que lo había dejado bajo la tutela de su madre, a pesar de tener 27 años, con la sola obligación de que concurra los lunes a tribunales para confirmar que permanecía en Comodoro Rivadavia. Ante su ausencia a partir del lunes 13, “se revocó la medida y se pidió su inmediata captura”, señaló Bustos a este diario.
El jefe policial manifestó que desde el inicio de la investigación por la desaparición de la joven, el hombre figuraba entre los sospechosos, “no sólo por sus antecedentes, sino porque había sido compañero de escuela de la joven”. Bayón quedó detenido y fue alojado en la alcaidía policial de Comodoro Rivadavia, a disposición del juez de turno, acusado de “privación ilegal de la libertad y abuso sexual agravado”, confirmó Bustos.
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Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-202039-2012-08-28.html

QUEREMOS UN CÓDIGO CIVIL QUE NOS PROTEJA


El patrón cultural de la vulnerabilidad

Tomar contacto con los datos sobre femicidios provistos por el Observatorio Maricel Zambrano estremece pero no asombra, porque lo que hacen es expresar de forma dramática la desigualdad de relaciones entre lo masculino y lo femenino que vivimos a diario. Es que el asesinato de una mujer nos enfrenta ineludiblemente con el horror que parece no avizorarse frente a las “pequeñas violencias cotidianas”, las violencias simbólicas.



Frente a la entidad que tienen las cifras referidas, no hay duda posible: nos encontramos frente a un problema que trasciende el ámbito de lo privado o personal para convertirse en una dificultad política en la que estamos involucrados la Sociedad y el Estado, en una mutua interacción dialéctica. Podemos afirmar que la incidencia del femicidio está también directamente asociada al grado de tolerancia que manifiesten sociedad y Estado frente a la violencia contra las mujeres.
Para dar una enérgica respuesta a la situación de violencia de género en nuestro país, entre otras medidas necesarias, diría imprescindibles, desde la CONSAVIG (Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género) elaboramos un anteproyecto de ley de femicidio que presentamos ante la Comisión de Justicia y Asuntos Penales del Senado de la Nación. El proyecto de ley apunta a incorporar el femicidio al Código Penal como un tipo penal autónomo, propone modificar el Código Civil en lo referente a la patria potestad y la tutela, instituye reparaciones monetarias para los herederos forzosos de la víctima de femicidio y establece un régimen de alimentos para las hijas e hijos menores de edad que la víctima y el femicida hayan tenido en común.
Para definir el tipo penal partimos de considerar que la violencia de género se encuentra anclada en una desigualdad estructural de poder entre varones y mujeres. Es una conducta favorecida por patrones culturales que alientan y justifican la supremacía material de los varones, al tiempo que ponen a la mujer en situación permanente de vulnerabilidad. De allí que el femicidio pueda ser cometido sólo por un varón y que la víctima sólo pueda ser una mujer o una persona con identidad de género femenina.
Sabemos que para erradicar la violencia de género no alcanza con tipificar el femicidio como un delito autónomo, pero entendemos que esta es una medida importante que manda un mensaje a la sociedad en su conjunto y a los hombres violentos, específicamente. Y aquí llegamos al punto que, de seguir siendo “costumbre judicial”, echaría el mensaje por la borda: existe en un nutrido número de integrantes de las magistraturas nacional y provinciales una benevolencia para juzgar la conducta de los hombres que los lleva a aplicar circunstancias extraordinarias de atenuación, emoción violenta o preterintencionalidad de forma inapropiada y forzada en casos de femicidios, convirtiéndose de ese modo en una herramienta funcional a la justicia patriarcal, que minimiza estos aberrantes crímenes.

*Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género.

 

Diario Tiempo Argentino.22.08.2012 | opinión

lunes, 27 de agosto de 2012

NI UNA MUERTA MÁS POR SER MUJER EN ARGENTINA!


Los femicidios, la peor de las estadísticas

 

 

Según un relevamiento del Observatorio de Femicidios en la Argentina, en el primer semestre hubo 119 homicidios de mujeres por violencia machista. En al menos 16 casos, habían llegado a hacer denuncias. Por estas muertes, 161 hijas e hijos perdieron a su madre.

 

 

Final del formulario

*      Por Mariana Carbajal

 

Gilda Mariana González tenía 33 años y vivía en Río Cuarto, Córdoba. El 1º de febrero fue baleada y agonizó varias horas hasta morir en un hospital. Su ex marido se entregó por el hecho a las 24 horas del ataque. Sobre él pesaba una orden de captura desde un par de días antes por una golpiza brutal que le había dado a la mujer. El de Gilda es uno de los 119 homicidios de mujeres por violencia de género que se registraron en los primeros seis meses del año, de acuerdo con el relevamiento que lleva adelante el Observatorio de Femicidios en la Argentina, coordinado por La Casa del Encuentro. La cifra significa que cada tres días dos mujeres fueron asesinadas en el país por el hecho de ser mujeres. En siete de cada diez casos, el presunto agresor resultó el marido o ex pareja de la víctima. Uno de los daños colaterales más dramáticos de los femicidios es la cantidad de chicos y chicas que quedan huérfanos brutalmente: 161 hijas e hijos perdieron a su madre como consecuencia de la violencia de género, de los cuales al menos casi un centenar son menores de edad. “Es necesario considerar a la violencia sexista como una cuestión política, social, cultural y de derechos humanos, de esta forma se podrá ver la grave situación que viven las mujeres, niñas y niños en la Argentina como una realidad colectiva por la que se debe actuar de manera inmediata”, señaló a Página/12 Fabiana Tuñez, coordinadora de La Casa del Encuentro, al evaluar las estadísticas.

Si se compara con el mismo período de los últimos dos años, se nota un descenso de los femicidios: 152, en 2011 y 126, en 2010, frente a 119, en 2012. Sin embargo, Ada Beatriz Rico, directora del Observatorio, aclaró a este diario que al sumar los casos que ya se han registrado en julio y lo que va de agosto, se diluye la diferencia y la cantidad se equipara. El año pasado hubo al menos 260 femicidios, según el relevamiento de la ONG.

En los últimos días, la grabación del video que hizo Natalia Riquelme, la joven de Bahía Blanca, en el que registra la golpiza que le propina su ex marido, frente a su casa y delante de la hija pequeña de ambos, como recurso desesperado ante la inacción judicial tras 15 denuncias en contra del agresor, puso en primer plano la impunidad con la que pueden actuar perpetradores de violencia machista. Los femicidios son la expresión más extrema de ese problema social y la muestra más dramática de cómo el Estado no llega a proteger a tiempo a muchas de las víctimas. Al menos en 16 de los femicidios del primer semestre de este año, las mujeres habían hecho denuncias, de acuerdo con los datos recabados por La Casa del Encuentro. Es decir, estaban intentando salir del llamado “círculo de la violencia”. En seis, los agresores tenían una orden de exclusión del hogar o prohibición de acercarse a la víctima, dictada por la Justicia, pero la medida –quedó en evidencia– no fue suficiente para evitar que las volvieran a agredir hasta matarlas.

De los 119 femicidios que contabilizó el Observatorio –sobre la base de los casos publicados en más de un centenar de medios–, en 59 hechos el presunto asesino fue el esposo o el novio, en 24, una ex pareja. Es decir, el grueso de los homicidios fue ejecutado por el marido o el ex. En los demás casos, las muertes fueron perpetradas aparentemente por otros familiares, vecinos o desconocidos.

En cuanto al modo en que fueron ultimadas, el Observatorio registró 13 mujeres que murieron como consecuencias de graves quemaduras, como Wanda Taddei, la esposa del ex baterista de Callejeros, Eduardo Vásquez, condenado en junio a 18 años de prisión por el delito de homicidio agravado por el vínculo, con atenuantes. Pero no fueron las únicas mujeres a las que les prendieron fuego: otras 23 también fueron quemadas en el marco de situaciones de violencia de género, pero lograron sobrevivir a los ataques.

La estadística muestra que de los 119 femicidios, 34 ocurrieron en la vivienda compartida con el femicida y 25 en la de la víctima, lo que significa que la propia casa puede resultar más peligrosa que la vía pública para muchas mujeres que se enfrentan al drama de la violencia doméstica. Otros 40 femicidios tuvieron lugar en la calle. La mayor parte de las mujeres muertas como consecuencia de la violencia machista tenían entre 19 y 50 años.

La Casa del Encuentro empezó hace cinco años a relevar los femicidios publicados en los medios, ante la ausencia de registros oficiales y como una forma de llamar la atención de las autoridades y la opinión pública sobre la gravedad de la violencia hacia las mujeres. “Llevamos adelante el informe de los femicidios, pero al mismo tiempo recibimos a las mujeres que vienen a La Casa del Encuentro en busca de orientación y ahí tomamos dimensión de todo lo que no hay y falta para enfrentar el problema; por ejemplo, en las comisarías no les toman las denuncias por violencia psicológica, o los recursos no llegan a aquellas mujeres de los sectores más pobres. Hacer este informe para nosotras no es ver si el número sube o baja: son vidas, rostros, historias. Familias de las víctimas vienen a nuestra sede y piden justicia por ellas, las que tendrían que estar, por ellas, las que se podría haber evitado que fueran asesinadas”, comentó Rico. La directora del Observatorio cuestionó el hecho de que en la mayoría de las provincias no se destinen recursos para dar respuestas efectivas para proteger a las mujeres. “De la violencia se puede salir y eso lo sabemos y lo saben quienes pudieron salir, pero mientras sigan matando mujeres seguiremos reclamando hasta que el Estado y los estados provinciales decidan que este tema es una prioridad en política pública, sabiendo que por estas horas otra mujer ya no estará, y otra intentará que le crean y le tomen la denuncia”.

 

miércoles, 22 de agosto de 2012

ESCUELA Y MILITANCIA

Escuela y política, ¿qué hay de nuevo, viejo?
 
 
Por Myriam Southwell *
 
 
Días atrás se generó una discusión sobre tomas, protestas estudiantiles y la política en la escuela. Más allá de las conclusiones maniqueas, la polémica nos alienta a repensar la escuela y la formación política en estos tiempos, en sus diferentes sentidos y manifestaciones.
Nos movemos entre contradicciones. Podemos encontrar, a la vez, quienes pregonan que la escuela debe tener una posición neutral, que nunca ha tenido porque la escuela misma es una toma de posición; y también, muchas veces, la mirada hacia los jóvenes habla de descreimiento, apatía e individualismo, una percepción de que son “menos participativos y con menos inquietudes políticas” de lo que los adultos creemos recordar que fuimos en nuestro tránsito por la escuela.
 Esto no quita decir que si la participación estudiantil fue el lenguaje a través del cual se hablaron durante mucho tiempo los avatares de la vida en común, en los primeros años 2000 parecía concluirse que “nada de ese lenguaje me pertenece”, nada significa para mí.
 Decir peronista, radical, fascista, incluso revolucionario o conservador, abría, para las generaciones anteriores, una cantidad de significados inmensa, incluso siendo capaces de pelear por ellos. Para los alumnos de los primeros años 2000, ese lenguaje ya no tuvo esa capacidad de significación.
Pero más recientemente –influido por los debates más generales del país–, algunos de esos enunciados fueron reactivados y hoy en la escena educativa, que siempre fue una escena política, asistimos a una disputa por la construcción de nuevos sentidos y significados.
 
 Precisamente de sentidos y significados se trata la formación política. Entre las prácticas renovadas se hace evidente muchas veces una dinámica asamblearia que cuestiona el lazo representativo y le contrapone la práctica de poner el propio cuerpo, en una relación más individualizada, de más horizontalidad que representación.
 Esas maneras de vivenciar lo político son un modo de pararse frente a lo que les heredamos. Debe decirse que la participación estudiantil en secundaria no es una manifestación reciente, ni tampoco un fenómeno de la segunda mitad del siglo XX, ni siquiera en la década del 40; pueden recordarse movimientos de estudiantes secundarios ya desde comienzos del siglo XX, suscitados por reformas educacionales o por instancias de revisión de la organización escolar.
 De hecho, la formación política fue parte constitutiva de la escuela secundaria desde sus orígenes. Miguel Cané, Ernesto Sabato, Florencio Escardó, René Favaloro, entre otros “célebres”, son grandes cronistas de estudiantinas que exigen una lectura política.
Para los estudiantes secundarios de hoy, hablar de participación estudiantil remite a imágenes míticas de las décadas de los años ’60 y ’70, cuando la participación implicaba el involucramiento en un proyecto donde lo colectivo eclipsaba lo individual.
Es llamativo que no haya una identificación similar con las décadas de 1980 y 1990, que han quedado subsumidas –injustamente– bajo la caracterización de desmovilización y tenue implicación política, cuando en realidad fueron escenario de significativas contiendas por transformaciones educativas, y sus debates resultan más próximos y tangibles para los escolares de hoy.
Sin embargo, aquel pasado reconocido como de movilización estudiantil y valorado como rebeldía necesaria es difícilmente enlazado con las situaciones más cercanas y acuciantes que rodean la vida de los alumnos, probablemente porque aquella rebeldía “bien vista” se desarrollaba dentro de un determinado contexto de clase y remitía a un repertorio de acciones ya conocido para la escuela.
 
 Los derechos –como principio general– van siendo progresivamente reconocidos en la escuela, pero es más problemático cuando se trata de reconocer a los estudiantes formas más autónomas o renovadoras de expresión.
 El filósofo Jacques Rancière plantea que quienes participaron del Mayo del ’68 francés decían a las nuevas generaciones: “No intentéis de nuevo, como nosotros, querer hacer la revolución” y también “nuestra revolución es diferente de vuestro miserable movimiento reformista”.
Los jóvenes de hoy, como los de ayer, no desertan de la esfera pública; y lo hacen de una manera que les es propia. Se organizan a través de vínculos asamblearios, muchas veces regidos por la horizontalidad (en la Ciudad de Buenos Aires se registran incluso listas “horizontales” para las elecciones estudiantiles), y a veces existe resistencia a ser captados por organizaciones políticas, conductas de rechazo a posiciones dogmáticas (“los que se ponen el casete”, expresan).
 
Hay una crítica a una idea tradicional de comunidad pero, a la vez, también hay comunidad; una surgida –como las demás– de una experiencia en común y de esa forma de haber atravesado un conjunto de situaciones de no poca intensidad.
 Experiencias en un tiempo diferente, con formas y resultados también distintos. Lo sólido se desvanece, pero abre paso a múltiples experiencias.
 
 
* Coordinadora del Area de Educación de Flacso, docente de la UNLP. Este artículo es un anticipo de su próximo libro Entre generaciones.
 
 
Página 12 21/08/2012

miércoles, 15 de agosto de 2012

LADRILLOS


UN PENSAMIENTO CRÍTICO PARA CONSTRUIR

En su obra más famosa, "El hombre Unidimensional" (1964), Herbert Marcuse presenta a la sociedad capitalista "avanzada" como una sociedad en la que el hombre ha perdido su sentido crítico.
El consumismo y la "liberación de las costumbres" lo han transformado en un ser cada vez más adaptado e integrado al sistema. Ya no hay espacio para la oposición y la crítica, la sociedad unidimensional "integra en sí toda auténtica oposición y absorbe en su seno cualquier alternativa".
En ella se da "una confortable, tersa, razonable, democrática no libertad".
El lenguaje unidimensional es anti - histórico, anti - crítico y anti - dialéctico, se caracteriza por su inmediatez y su único sentido es fijar lo real, naturalizando las diferencias sociales.
Para Marcuse, este lenguaje es cerrado, no demuestra ni explica, comunica órdenes, fallas, decisiones.
No busca trascender, no busca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone.
Herbert Marcuse falleció en 1979 y sus restos descansan desde julio del 2003 en su Berlín natal. Si bien no pudo apreciar la profundización del desarrollo tecnológico en el siglo XXI, ante la masividad creciente del uso de Internet, sus aportes para la comprensión del razonamiento tecnológico siguen siendo trascendentales para comprender la dinámica de la sociedad actual.
Es ésta sociedad donde las utopías han re - florecido y el pensamiento crítico se hace indispensable para construir una sociedad más justa.