La Sociología de la Educación es una de las más jóvenes ramas del saber humano, ya que posee alrededor de sólo un siglo de existencia. Fueron Augusto Comte y Emile Durkhein los que le dieron vida como Ciencia general (Comte) y como Ciencias de la Educación (Durkhein).La epistemología de la Sociología de la Educación es enormemente rica en su marco teórico y metodológico. Entre los estudios sociales que formula figuran la Pedagogía, el Colectivo Escolar, el Colectivo Pedagógico, las relaciones sociales, la Institución Escolar, la familiam la comunidad, el desempeño de roles y los códigos de género entre otros.
Walter Benjamin (1968), en su famoso ensayo titulado
El narrador, comentó con cierta tristeza el ocaso del narrador como una fuerza
presente en el mundo moderno. “Él se ha convertido para nosotros en algo
remoto, en algo que se vuelve cada vez más distante” (pág. 83). Para Benjamín,
como también para muchos críticos de la prosa del mundo moderno por reducir
todo a técnica y sistematicidad, valora el discurso no narrativo como medida
del refinamiento de la racionalidad, en oposición al mero ‘valor de
entretenimiento’ que poseen los relatos. La verdad, para los incansables promotores
de la modernidad y la racionalidad técnica, se mide según los procedimientos
estándar que exigen una mirada fría y crítica dirigida al objeto de estudio.
La forma narrativa, por el contrario, invita al
oyente o al lector a suspender ese escepticismo y adherir al flujo narrativo de
los acontecimientos como una auténtica exploración de la experiencia desde
determinada perspectiva. La decadencia del narrador, el contador de cuentos,
puede ser leída como un síntoma del deseo de cierta clase de objetividad, de la
aplicación de un punto de vista neutral e imparcial desde el cual sería posible
medir la veracidad de las pretensiones del conocimiento. El arte, la religión,
la moral y hasta la filosofía son sospechosas de no estar a la altura de los
dogmas de ese invasor positivismo. Pero al apoyar esta postura olvidamos el
poder de la narrativa para informar e instruir.
En una frase inolvidable, Milan Kundera (1988)
describe uno de los efectos de esa negación de la narrativa como ‘el
despreciado legado de Cervantes’. Hemos olvidado que los novelistas han
contribuido magníficamente a nuestra comprensión de nosotros mismos y de la
compleja naturaleza humana. La narrativa, como manera de conocer y también como
manera de organizar y comunicar experiencia ha perdido gran parte de la
importancia que debería tener.
EI retorno a la narrativa indica que hoy
reconsideramos el valor de la forma y la función de los relatos en todos los
campos de la vida humana, especialmente en la educación, donde se impuso un
sesgo no narrativo y conductista. Tal vez el giro hacia la narrativa indique
una inversión de esa tendencia declinante. En los últimos años hemos sido
testigos de un resurgimiento de los narradores, profesionales y
semiprofesionales, y ello puede ser una razón para alentar esperanzas y un
indicio de que las cosas cambian para mejor.
Después venía la clase. Con el señor Bernard era siempre
interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo.
Fuera el sol podía aullar en las paredes leonadas mientras el calor crepitaba
incluso dentro de la sala, a pesar de que estaba sumida en la sombra de unos
estores de gruesas rayas amarillas y blancas. También podía caer la lluvia,
como suele ocurrir en Argelia, en cataratas interminables, convirtiendo la
calle en un pozo sombrío y húmedo: la clase apenas se distraía. Sólo las
moscas, cuando había tormenta, perturbaban a veces la atención de los niños.
Capturadas, aterrizaban en los tinteros, donde empezaban a morirse
horriblemente, ahogadas en el fango violeta que llenaba los pequeños
recipientes de porcelana de tronco cónico encajados en los agujeros del
pupitre. Pero el método del señor Bernard, que consistía en no aflojar en
materia de conducta y por el contrario en dar a su enseñanza un tono viviente y
divertido, triunfaba incluso sobre las moscas. Siempre sabía sacar del armario,
en el momento oportuno, los tesoros de la colección de minerales, el herbario,
las mariposas y los insectos disecados, los mapas o... que despertaban el
interés languideciente de sus alumnos. Era el único de la escuela que había
conseguido una linterna mágica y dos veces por mes hacía proyecciones sobre
temas de historia natural o de geografía. En aritmética había instituido un
concurso de cálculo mental que obligaba al alumno a ejercitar su rapidez
intelectual. Lanzaba a la clase, donde todos debían estar de brazos cruzados,
los términos de una división, una multiplicación o, a veces, una suma un poco
complicada. «¿Cuánto suman 1.267 + 691?» El primero que acertaba con el
resultado justo ganaba un punto que se acreditaba en la clasificación mensual.
Para lo demás utilizaba los manuales con competencia y precisión... Los
manuales eran siempre los que se empleaban en la metrópoli. Y aquellos niños
que sólo conocían el siroco, el polvo, los chaparrones prodigiosos y breves, la
arena de las playas y el mar llameante bajo el sol, leían aplicadamente,
marcando los puntos y las comas, unos relatos para ellos, míticos en que unos niños con gorro y bufanda
de lana, calzados con zuecos, volvían a casa con un frío glacial arrastrando
haces de leña por caminos cubiertos de nieve, hasta que divisaban el tejado
nevado de la casa y el humo de la chimenea les hacía saber que la sopa de
guisantes se cocía en el fuego. Para Jacques esos relatos eran la encarnación
del exotismo. Soñaba con ellos, llenaba sus ejercicios de redacción con las
descripciones de un mundo que no había visto nunca, e interrogaba
incesantemente a su abuela sobre una nevada que había caído durante una hora,
veinte años atrás, en la región de Argel. Para él esos relatos formaban parte
de la poderosa poesía de la escuela, alimentada también por el olor del barniz
de las reglas y los lapiceros, por el sabor delicioso de la correa de su
cartera que mordisqueaba interminablemente, aplicándose con ahínco a sus
deberes, por el olor amargo y áspero de la tinta violeta, sobre todo cuando le
tocaba el turno de llenar los tinteros con una enorme botella oscura en cuyo
tapón se hundía un tubo acodado de vidrio y Jacques husmeaba con felicidad el
orificio del tubo, por el suave contacto de las páginas lisas y lustrosas de
ciertos libros que despedían también un buen olor de imprenta y cola, y
finalmente, los días de lluvia, por ese olor de lana mojada que despedían los
chaquetones en el fondo de la sala y que era como la prefiguración de ese
universo edénico donde los niños con zuecos y gorro de lana corrían por la
nieve hacia la casa caldeada.
Sólo la escuela proporcionaba esas
alegrías a Jacques y a Pierre. E indudablemente lo que con tanta pasión amaban
en ella era lo que no encontraban en casa, donde la pobreza y la ignorancia
volvían la vida más dura, más desolada, como encerrada en sí misma; la miseria
es una fortaleza sin puente levadizo.
La actividad educativa demanda un gran despliegue de tareas,
obligaciones, responsabilidades y urgencias, en todos los actores implicados.
El Estado, las Instituciones, los padres, las cooperadoras escolares, los niños
y jóvenes sostienen el quehacer educativo todos los días.
Ahora bien; los educadores, en medio de este fárrago diario ¿se
preguntan que preconcepciones e ideas previas tienen sobre los jóvenes? ¿Se
cuestionan que práctica educativa reclama la sociedad?
El hecho educativo parte de una concepción “optimista” del hombre. EX-DUCERE
(educar), permitir que brote aquello mejor que ya puede germinar en cada joven .Estos
jóvenes buscan formas de expresarse, de que se los escuche, de que se los
considere a cada uno único e irrepetible. Aprecian la sinceridad, el respeto,
la libertad, la alegría y son los nativos tecnológicos de este siglo XXI. ¿Estamos
a la altura de las circunstancias? ¿Nos prendemos en el desafío de enseñar las
herramientas que necesitan para que asuman el control sobre sus saberes, y sus
prácticas?
Lograr que los estudiantes hagan efectivo este control es replantearse
la validez del paradigma clásico de una transmisión académica y enciclopedista
del saber. Implica también una actitud activa en el reconocimiento del “otro”
que en cuánto es alumno debería resignificar los saberes aprendidos y
reconstruir críticamente la cultura en la que está inmerso.
A dónde me llevan estas reflexiones? Pareciera que hemos deformado la
noción de igualdad convirtiéndola en uniformidad. ¿Qué me dirá esto de único e
irrepetible?.En la tradición humanista el hombre es un fin en sí mismo y no un
medio para el fin de nadie.
Tal era la definición humanista de igualdad que sin duda dio pie al
desarrollo de las diferencias.”Sólo si se nos permite ser diferentes, sin la
amenaza de ser tratados como desiguales, sólo entonces somos iguales” (1).
Fromm decía para ser más claros que el concepto filosófico de igualdad
tiene gran prestigio y tradición pero que está siendo deformado y se lo emplea
para referirse a uno de los aspectos más degradante, más inhumano y más
peligroso de nuestra cultura: la uniformidad que implica la pérdida de la
individualidad.
Letra de ANDRÉS PEDRO RISSO Música de ANDRÉS PEDRO RISSO
(Dedicada a Darío Volonté)
Yo tengo el alma anclada a un barco que se hundió
en el Sur. Llevaba a bordo el pecho ardiendo de blanco y
azul... Salimos hasta el mar para recuperar a una paloma
que ha robado el gavilán!
El horizonte dejó entre ver la inmensidad a la
paloma aprisionada, Y se encendió mi corazón por defenderla del cruel
opresor!
Entre aquella soledad, creció nuestra amistad: Bandada de soldados, como hermanos y ¨¡A luchar!¨
para la libertad De aquella hermana sola. De la paloma solitaria en
el océano. ¡Perdida, sola!...
Bravos soldados; comenzamos a luchar con fe, Porque la tierra por la cual peleamos nuestra es. El pecho: proa al mar. El alma: proa al bien. Fuimos seguros de luchar hasta vencer!
La guerra injusta despiadada, se dió sin cuartel... ¡Luchamos, solos!... ¡Casi sin armas!... Y el enemigo, sin titubear ¡Clavó su garra y nos hundió en el mar!...
Hoy, que el tiempo ya pasó, pretenden que me olvide De aquellos compañeros que se hundieron en el mar ¡Soñando con la gloria!... ¡Y son historia! Durmiendo solos y olvidados bajo un manto helado... ¡Siempre solos!...
¡Yo, les juro compañeros, Que una mañana no muy lejana Verán ondear en las islas del Sur Nuestra bandera, sobre el cielo azul!...
Los proyectos globalizadores del capitalismo
contemporáneo apuntan hacia la conformación de una estructura económica y
cultural en el ámbito planetario altamente jerarquizada y excluyente, donde
predominan de manera creciente los intereses y valores de las grandes empresas
multinacionales. La descontextualización de los referentes valorativos y la
desconstrucción de las identidades se ocultan en la ideología globalizadora del
neoliberalismo bajo la máscara de una nueva construcción de símbolos y valores
multicultural y diversa. Sin negar, claro está, que dicha diversidad cultural
debe subordinarse totalmente al mandato soberano del mercado.
La globalización neoliberal se presenta como una forma moderna de relaciones
patriarcales. Ahora a todo aquello que las mujeres se ven obligadas a hacer
«gratis», ya sea relacionado con la existencia o la subsistencia humana, se le
llama «reproducción», en oposición con la producción y no como su contraparte
dialéctica. «Reproducir» connota en términos patriarcales, una actividad menor,
secundaria, que no genera en sí valor económico alguno. De un modo «muy
racional» se utiliza la «reproducción» cargada de significados y símbolos
femeninos para ocultar, más aun, el trabajo de las mujeres que asegura gran
parte de la acumulación de capital.
A medida que el capital global se centraliza cada vez más por el control
trasnacional, los estados nacionales pierden poder y los trabajadores son cada
vez más marginados y excluidos, la situación de la mujer llega a un punto en
que no pueden controlar sus medios de producción ni su fertilidad.
La «feminización laboral», tendencia que se manifestó en la economía mundial a
partir de la postguerra y alcanzó auge en los años 60, adquiere ahora nuevos
matices: las mujeres constituyen la fuerza principal de trabajo para el
creciente sector de los servicios, donde realizan tareas de bajo estatus y poco
salario. Según datos del PNUD, el 71% de las mujeres empleadas formalmente se
concentran en cinco grupos ocupacionales, educación, enfermería, oficina,
ventas y servicios, la mayoría en los puestos peor remunerados. El ingreso
promedio de las mujeres todavía equivale a sólo el 70% del de los hombres,
aunque en los últimos años, el ingreso de las mujeres ha tenido un continuo
incremento respecto al de los hombres por la reducción constante de los
ingresos y los puestos laborales tradicionales para los hombres.
Aun así, para las mujeres aumentan las listas de trabajos con jornada partida y
de contratos temporales sin seguridad social, oportunidades de promoción o
jubilación. Son raros los programas de trabajo que tengan en cuenta el cuidado
de los niños y las bajas por maternidad. La mayor parte del trabajo de las
mujeres está excluido del cálculo del Producto Nacional Bruto.
Las apologías de "lo posible y lo necesario" y la justificación de
los males existentes es un elemento imprescindible en el discurso neoliberal y
en su estrategia cultural. La justificación de la pobreza, de la baja moral
pública, de la inseguridad social, de las violaciones de los derechos humanos
es el reverso de la crítica al sistema. Con ella se quiebran las nociones
sociales y colectivas en el plano simbólico y se instalan, en su lugar, la
noción de paradigma hegemónico con sujetos individuales y fragmentados, con esto
se pone freno a la creación de conceptos y realidades que promuevan
alternativas de liberación.
La globalización neoliberal capitalista ha producido cambios tan vertiginosos,
y tantas rupturas teóricas y cotidianas que no es de asombrar, como dice Noam Chomski,
el estado de desesperación, ansiedad, falta de esperanza, enojo y temor que
prevalece en el mundo fuera de los sectores opulentos y privilegiados y del
sacerdocio comprado que cantan alabanzas a nuestra magnificencia, una
característica notable de nuestra cultura contemporánea, si se puede pronunciar
esta frase sin vergüenza.
El feminismo como movimiento político, símbolo y valor de la mujer no ha
escapado a este hecho. La institucionalización del feminismo, hecho que se
presenta en el discurso político como un paso a favor de la mujer, ha sido la
manera de encubrir las aun no resueltas contradicciones y relaciones de poder
entre hombres y mujeres, que van más allá de las diferencias de género y sexo
Estos llamados "feminismos institucionales", por lo general,
presentan un claro abandono a la búsqueda de soluciones revolucionarias para la
emancipación de la mujer, y asumen la convicción de que desde dentro del
sistema, con la presión que se ejerce sobre sectores del poder influyen de
manera directa en las soluciones y toma de decisiones de esos grupos a favor de
las necesidades e intereses de las mujeres.
La chilena Ximena Valdés, al referirse a este fenómeno y su impacto dentro de
las luchas de las mujeres en América Latina plantea:
“…los procesos de democratización contribuyeron a la baja de perfil del
mundo no gubernamental, comparado con aquel logrado en los ochentas. Así
comienza a experimentarse el traslado de los temas puestos en la agenda pública
por parte de las mujeres, a las agendas institucionales. Los Estados firman
convenciones, redactan informes sobre lo avanzado en materia de mujeres,
instalan mecanismos, crean instrumentos de manera tal que asistimos al tránsito
de la temática de la mujer desde la sociedad civil a los gobiernos”
Otra reflexión interesante sobre este aspecto la hace Amelia Valcárcel desde la
experiencia de los países desarrollados, según ella, se dan tres rasgos
característicos en la manera en cómo las mujeres detentan poder:
1.Las mujeres detentan el poder otorgado sin la completa vestidura que
este supone.
2.Las mujeres detentan el poder con los tres votos clásicos: pobreza,
castidad y obediencia.
3.A las mujeres les es permitido detentar este poder siempre que a él lleven
las virtudes clásicamente reconocidas como arietario del sexo femenino, que son
fundamentalmente: fidelidad y abnegación.
"¿Por
qué ocurre todo esto?, ¿por qué no hay completa investidura?, ¿por qué podemos
decir que se exigen los tres votos clásicos y probar que en efecto es así? Por
qué no hay detentación del poder por parte de las mujeres en el nivel pertinente,
en el nivel simbólico pertinente...
El poder denota masculinidad, esto es así, es un hecho innegable que no precisa
mayores disquisiciones... Dado el deber de sumisión, distinto del deber de
obediencia, dada lo no completa investidura, dada las condiciones especiales de
detentación del poder, este poder es necesariamente inestable: lo detenta
alguien, pero ese poder no se hace extensivo como detentación al colectivo
completo al que ese alguien pertenece significativamente. Del heho de que una,
dos, tres mujeres detenten un poder, para el colectivo completo de las mujeres
no se sigue que el colectivo detente poder. Y para esas mujeres que lo detentan
no se sigue que eso las saque de los esquemas normativos a que su colectivo está
sujeto. Es por lo tanto vivido y percibido externamente como inestable, casual,
accidental, moda incluso".
El patriarcado en su versión neoliberal y globalizado acentúa sus significados clásicos:
el individualismo, el divorcio entre lo público y lo privado, la desigualdad
natural de género. Como valores del orden, no están en discusión. «Se aceptan,
si se quiere vivir y por esta razón se excluye a todo aquel que no los acepte o
luche contra ellos».
Basta leer un pequeño fragmento de los textos para comprender la filosofía
sobre la que descansa la dominación y la discriminación de la mujer.
"El hecho trascendental es que al hombre le es imposible abarcar un campo
ilimitado, sentir la urgencia de un número ilimitado de necesidades. Se centre
su atención sobre sus propias necesidades o tome con cálido interés el
bienestar de cualquier ser humano que conozca, los fines de que se puede
ocuparse serán tan sólo y siempre una fracción infinitésima de las necesidades
de todos los hombres. Sobre este hecho fundamental descansa la filosofía entera
del individualismo. Esto no supone... que el hombre es interesado o egoísta o
que deba serlo. Se limita a partir del hecho indiscutible de que la limitación
de nuestras facultades imaginativas sólo permite incluir en nuestra escala de
valores un sector de las necesidades de la sociedad entera, y que, hablando
estrictamente, como sólo en las mentes individuales pueden existir escalas de
valores, no hay sino escalas que son diferentes y a menudo contradictorias
entre si la transmutación de valores que provoca la aceptación inconsciente o
no, de la ideología globalizadora neoliberal somete a las personas a vivir en
el mundo del silencio, el miedo y la soledad impuesto en nombre del orden. Bajo
el dominio de un tipo de cultura que enlata el ser, el hacer y el desear,
pensar es, también, una rebeldía.
La crisis paradigmática que afrontamos hoy incluye la formalización de un tipo
de paradigma a partir de un modelo y un esquema patriarcal determinado
histórico y culturalmente y al cual la teoría y la práctica social no han
podido superar totalmente ni en las experiencias sociales más progresistas.
Reconstruir la imagen creíble y atractiva de una sociedad fraterna, solidaria y
libre desde una perspectiva emancipadora de género precisa impulsar procesos
permanentes de crítica y creación libres de actitudes o prejuicios que atentan
contra una visión genérica cuyo sentido es la transformación de la sociedad.
Estamos, pues, urgidos de tejer entre todos y todas la imagen atractiva de un
bienestar sostenible.
El 1 de mayo se celebra prácticamente en todo el mundo el Día de los Trabajadores para conmemorar así los hechos acaecidos en Estados Unidos en 1.886 donde se consiguieron importantes derechos para los trabajadores.
En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el IV Congreso de la American Federation of Labor, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patronos a respetar la jornada de 8 horas y, si no, se iría a la huelga.
En 1886, el Presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo las 8 horas de trabajo diarias. Como esta ley no se cumplió, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron. Llegada la fecha, los obreros se organizaron y paralizaron el país productivo con más de cinco mil huelgas.
El 1 de mayo de 1886, en los Estados Unidos se declararon 5.000 movimientos laborales. Alrededor de 190.000 trabajadores secundaron la convocatoria de huelga y cerca de 150.000 obtuvieron su demanda con amenaza de paro.
El hecho más dramático ocurrió días después del 1 de mayo, en Chicago, en una manifestación en protesta por la represión por policial, durante una de las huelgas una artefacto explosivo provocó la muerte de varios policías. Aunque no se descubrió el responsable, cuatro líderes anarquistas fueron acusados, juzgados sumariamente y ejecutados.
En julio de 1889, la Segunda Internacional instituyó el "Día Internacional del Trabajador" para perpetuar la memoria de los hechos de mayo de 1886 en Chicago. Esta reivindicación fue emprendida por obreros norteamericanos e, inmediatamente, adoptada y promovida por la Asociación Internacional de los Trabajadores, que la convirtió en demanda común de la clase obrera de todo el mundo.
Fuentes:
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Argentina